LOS TRES…

Érase una vez que era, que se trataba de una señorita muy disciplinada, que trabajaba de oficinista en una oficina muy mal ordenada, que a pesar de los pesares y de las circunstancias de la época,  resultó ser que fue ascendida y los que hasta entonces fueron sus compañeros ahora eran sus plebeyos.

Se trataba de dos, uno más mayor, no por estatura sino por edad, al que el ascenso de su compañera le sentó muy mal, y otro más pequeño, tanto por edad como por estatura, y al que el citado ascenso le dio igual.

El más mayor por esa razón hacía y deshacía a su parecer y por más que ella le decía obedecerla no sabía hacer. El más pequeño cual lacayo del mayor también hacía y deshacía a su menester sin tener en cuenta que allí eran tres. Ella se esforzaba en hacerles comprender que el orden y el buen hacer te sacan de apuros más de una vez. Pero por mucho que dijera, en saco roto todo iba a caer así que por imposibles los dejó y siguió haciendo su trabajo bajo los dictados de su razón, no sin cierta tristeza porque en ninguno de los dos se supo imponer.

En esas estaban cuando recibieron por correo certificado tres notificaciones de un tal Sr. Hacienda, que por la formalidad con que fueron recibidas mucha seriedad parecían tener. Se les citaba a los tres para dos días después a las 9 de la mañana, porque había mucho que resolver, debiendo llevar en la cita papeles y más papeles que ese señor quería ver. Así que corre que te corre los dos mozos se pasaron horas y horas entre montañas de papeles, cajas de archivo y cajones con telarañas, buscando los documentos que tenían que presentar y tan ensimismados y asustados estaban que ni de comer se acordaban.

Mientras que nuestra heroína en un plis-plas ya estaba preparada para cuantas inspecciones pudiera tener.

Dicen las malas lenguas que cuando el director general de la empresa se enteró de lo ocurrido, de oficinistas desordenados y ligeros en sus quehaceres pasaron a archiveros oficiales y desde este episodio no hay un archivo más ordenado, limpio y pulcro que el de nuestros dos amigos.

Moraleja: Ganas más tiempo haciendo las cosas bien que hacerlas mal para terminar antes y tener más tiempo.

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